Siempre he considerado a Bob Tahri, el francés de origen magrebí, un atleta correoso y complejo. Tan complejo que me aspen si entiendo algo. Vamos a los hechos. A los 34 años y tras una carrera en la élite que se remonta al 1999, firmó este verano -el pasado 16 de julio concretamente- su mejor marca personal en 1.500 metros (3:32.73). Y sólo tres meses y medio después ha desembarcado en el maratón de Nueva York con 2h18:16, un tiempo mediocre para él que se explica por el correspondiente pinchazo (pasó a 1h05 por la mitad, junto a Geoffrey Mutai). Sumémosle a esto que veinte días atrás señaló 1h03:38 en los 21,097 kilómetros de Nancy. Y añadámosle de postre que su prueba fetiche, en la que ha obtenido sus mejores resultados, son los 3.000 metros obstáculos. ¿A qué juega este hombre?
De entrada, lo que no se puede negar es que el historial de Tahri es uno de los más extensos y potentes del fondo europeo de los últimos años, e incluye un bronce olímpico en Atenas-2004 en 3.000 metros obstáculos -donde acredita, quítense el sombrero, 8:01.18-, otro bronce en el Mundial de Berlín-2009, medallas continentales de diversa índole, e incluso algún resultado notable en el campo a través (15º en el Mundial de Cross Corto de Bruselas-2004). Para testimoniar su regularidad, basta con decir que ha estado en la final de 7 campeonatos mundiales desde 1999 hasta 2011, y en 6 ocasiones en puestos entre el tercero y el octavo. Pocos atletas, prueba a prueba, pueden presumir de un currículum semejante.
Pero el panorama ha ido ensombreciéndose para Bob, un tipo tan suyo, tan extraño, que rinde mejor en los 5.000 metros en pista cubierta que al aire libre (13:11.13 vs 13:12.29).
¿Y cuáles son las razones de su declive, además de la edad?
Por un lado están las lesiones, que le apartaron en 2012 de las pistas, a las que volvió en 2013 con la cabeza en el maratón. Razones no le faltaban, arropado por un debut esperanzador en 10.000 metros (27:31.46).
Por otra parte, la irrupción de otro obstaculista francés de origen argelino, el antipáticoMahiedine Mekhissi-Benabbad (ya saben, ninguna mascota está a salvo con él en pista), ha terminado por desplazarle del universo del steeplechase.
Lo que nadie esperaba de Tahri es que, tras una vida entera saltando la ría, ya prácticamente metido en la categoría M35, fuera capaz de correr en 3:32 los 1.500 metros,una marca de quasi especialista en mediofondo que empequeñece sus prestaciones previas; un récord personal de campanillas obtenido, además, cuando estaba preparando el maratón. Y no me vale decir que su estreno en la distancia de Filípides ha sido discreto porque hasta el kilómetro 30 anduvo a ritmo de 2h10 lo que, en Nueva York y con el viento que sopló el pasado domingo, no es moco de pavo. Y porque,independientemente del resultado final en los 42,195 kilómetros, su entrenamiento iba encaminado a la ruta, como demuestra ese 1:03 en media realizado este mismo mes de octubre.
Sí, ya sé. Ejemplos de mediofondistas que han triunfado en el maratón haberlos, haylos. El neozelandés Rodney Dixon hizo 3:33.89 en los 1.500 metros y 2h08:59 precisamente en la Gran Manzana, pero entre ambos registros hubo 9 años de adaptación y trayectoria deportiva.
Sin embargo, lo de este francés no se ha visto nunca. Es igual que si, salvando las distancias, Haile Gebreselassie hubiera corrido la distancia reina del mediofondo en 3:29 en su camino de preparación del maratón de Londres-2002, aquél de su debut.
Casos extremos como el Bob Tahri o como el de Mo Farah y su 3:28 en el milqui, le hacen preguntarse a uno si el atletismo contemporáneo escapa a la lógica, o si es la lógica la que está escapándose del atletismo, llevándoselo hacia un mundo irreal y engañoso donde todo es posible; bueno, donde todo es posible relativamente, porque los que entienden un mínimo de fisiología y rendimiento saben que no, que lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible.ENLACE DE: http://www.foroatletismo.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario